El ruido urbano influyó en estos cambios. Las aves adaptan sus cantos para superar el sonido de fondo del tráfico y las construcciones. Suben el volumen, modifican la frecuencia o cambian la estructura de sus trinos para hacerse oír.
Chingolo, ave. Foto: Noticias Ambientales
Los chingolos, como otras aves canoras, no nacen sabiendo cantar. Aprenden sus melodías imitando a los adultos durante una etapa clave de su desarrollo. Si el entorno cambia, también lo hace el canto, que evoluciona generación tras generación, a pesar de que se creía perdido.
El ruido urbano influyó en estos cambios. Las aves adaptan sus cantos para superar el sonido de fondo del tráfico y las construcciones. Suben el volumen, modifican la frecuencia o cambian la estructura de sus trinos para hacerse oír.
Esto llevó a investigadores del CONICET y la UBA a preguntarse: ¿podría un chingolo joven aprender un canto antiguo ya olvidado? Para comprobarlo, diseñaron un experimento con sonidos sintéticos generados por un modelo matemático del aparato vocal del ave.
Con un tutor electrónico, lograron enseñar a un chingolo joven una melodía desaparecida hace décadas. El hallazgo no solo es novedoso, sino que abre la puerta a nuevas estrategias de conservación basadas en la transmisión cultural.
Chingolo, ave. Foto: Wikipedia
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Durante la pandemia, el equipo de investigación inició el proyecto en el Parque Pereyra Iraola, en la provincia de Buenos Aires. Allí instalaron dispositivos que reproducían el canto antiguo, reconstruido gracias a registros históricos.
Los sonidos fueron diseñados para competir entre sí y captar la atención de los jóvenes chingolos. La estrategia funcionó: al final de la temporada, uno de ellos había incorporado la melodía y comenzó a reproducirla en la siguiente generación.
El canto perdido era conocido gracias a los apuntes del zoólogo Fernando Nottebohm, quien en los años 60 transcribió los trinos de la especie. Esas notas permitieron recrear el sonido original, prácticamente indistinguible para los chingolos actuales.
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Este experimento demuestra que no solo el material genético es valioso en la conservación. También lo es la cultura sonora de las especies. El canto perdido del chingolo implica la pérdida de una parte de su identidad.
Cada chingolo tiene un canto único, como una firma. Recuperar una melodía extinguida permite no solo mantener la diversidad cultural, sino también monitorear a individuos en poblaciones amenazadas, como el cardenal amarillo.
Gracias a la unión de física, biología y tecnología, la canción que se creía olvidada volvió a oírse entre los árboles del parque. Y con ella, una parte de la historia natural de los chingolos renació para seguir traspasándose de generación en generación.
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